miércoles, 20 de marzo de 2019

La historia del mejillón y Galicia






Desde JJChicolino esta semana nos gustaría hacer una parada para echar la vista atrás y recordar desde cuando Galicia ha estado vinculada al mundo y cultivo del mejillón.

La relación de Galicia con el mejillón es un hecho del que se tienen noticias ya en el siglo VIII a.C. Las primeras poblaciones celtas en Galicia aprovechaban la baja mar para hacerse con un rico menú de mariscos, como lo demuestran las grandes cantidades de conchas de mejillón y otros moluscos encontradas en el exterior de sus aldeas fortificadas (castros). En el siglo V d.C. el consumo de mejillón se extiende cara el interior de la Galicia romana.

En el siglo XVIII, desde las Rías Gallegas, se expedían con destino a la corte de los Austrias pequeños barriles de ostras y mejillones, sumergidos en “escabeche real”, para ser consumidos por la nobleza en la Cuaresma. El regidor de Santiago de Compostela, Don José Cornide Saavedra, ya decía del mejillón que “su carne después de la ostra es la mejor”. En esta época no existía un cultivo en sentido estricto, el mejillón procedía de parques o zonas determinadas sujetas a un régimen de concesión que ostentaban algunas familias.

La experiencia siguió extendiéndose y ganando importancia y en el siglo XIX comienzan a producirse las primeras experiencias de cultivo. Don Paz Granells cita en 1869 que en Carril (Ría de Arousa) los mariscadores habían convertido los antiguos viveros de ostras en mejillones.

Durante las primeras décadas del siglo XX se intensificaron los intentos de conseguir un cultivo estable en cercas o estacas. Pero no es hasta los años 40 cuando se inicia el gran desarrollo de la miticultura gallega, cuando el propietario de “Viveros del Rial”, que llevaba tiempo intentando criar mejillones sobre estacas, cambia de método y decide intentar el cultivo de mejillón suspendido.

En 1945 se fondea en la ría de Arousa la primera batea. Este prototipo poseía un único flotador en forma de cubo hecho de madera que soportaba un entramado también de madera donde se colgaban unos pocos metros de cuerda de esparto crudo. Los esperanzadores resultados conseguidos por este pionero de la mitilicultura gallega hicieron que instalara al año siguiente 10 bateas en la “escollera” del puerto de Vilagarcía de Arousa. En 1949 se inician los fondeos en la ría de Vigo; en 1954 se extienden a las localidades de Cambados, O Grove, Bueu, Redondela y Pobra do Caramiñal; un año más tarde se instalan bateas en la ría de Sada y finalmente en 1956 en la de Muros.

Así fue como a mediados del siglo XX con el desarrollo de la actividad se pasó de la simple recolección a un cultivo puntero en el mundo de la acuicultura, convirtiéndose en pilar de la economía de muchos ayuntamientos costeros y propiciando el fomento generalizado del consumo de este marisco hasta hoy en día.

Estos años iniciáticos fueron testigo de las continuas innovaciones de las estructuras, de los métodos y de las prácticas de cultivo. Los cajones de madera fueron recubiertos de cemento para aumentar la seguridad y alargar su vida útil, aumentó el tamaño del emparrillado gracias a tirantes de cable metálico que ayudaban a soportar la estructura, algunos productores adoptaron viejos cascos de barcos como sistema de flotación. Con posterioridad, las cuerdas de esparto fueron reemplazadas por las de nailon y la incorporación del acero y del poliéster con recubrimiento de fibra de vidrio en el sistema de flotabilidad permitieron mayor vida útil, seguridad y rendimientos de cultivo.

Hoy en día, en pleno siglo XXI el Mejillón de Galicia cuenta con el distintivo de DOP que ofrece un valor añadido al producto y protege la sostenibilidad del sector que genera un enorme efecto arrastre en el fomento de inversiones en activos de empresas transformadoras (conserva, congelado, pasteurizados) y comercializadoras (depuración, centros de expedición), en empresas auxiliares (astilleros, calderería, construcción de ribera, cordelerías), en el sector servicios (actividades financieras, asesoramiento legal y laboral) y en el desarrollo de centros de creación de conocimiento (investigación, control, monitoring, formación).

Prueba de su calado en la sociedad son las numerosas fiestas y romerías dedicadas al mejillón, alguna de ellas con más de treinta ediciones.

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