Una semana más desde el blog de JJChicolino seguimos con la tercera y última parte de la historia de Galicia con el mejillón. En semanas anteriores hablamos de como se encontraron indicios del consumo de este molusco sobre el siglo VI a.C y como evolucionó a lo largo de la historia su consumo en nuestra tierra. Esta semana os hablamos de cómo llegamos a nuestros días y de todo lo que supone para la costa gallega este apreciado bivalvo.
En primer lugar, cabe destacar que los orígenes del sector mejillonero en Galicia estuvieron vinculados a empresarios conserveros. Es por ello que se atribuye su nacimiento a la necesidad de las conserveras de encontrar nuevas fuentes de suministro de productos pesqueros ya que, justamente en el 1946, arranca un ciclo de casi 10 años de crisis en la pesca de sardina. Según estudios realizados, los “conserveros-mejilloneros” supondrían un 16% del total de los empresarios de la conserva activos por aquel entonces, es decir, no suponía un porcentaje elevado. Con todo, ya fuese por suplir la escasez de sardina o por abrir un nuevo negocio, fueron pioneros tomando la iniciativa y marcaron el camino del negocio.
Entre finales de los años 50 y mediados de los 60 el sector mejillonero gallego experimentó un crecimiento considerable que convirtió a España en el primer productor mundial en 1970. Este liderazgo perdurará hasta el año 1987 cuando le es arrebatado por China. Años antes, en 1961, y debido a esta gran progresión, se legislan por primera vez las concesiones para la explotación de viveros de consumo.
Las primeras bateas tenían un flotador central sobre el que se situaba el entramado rectangular de madera. También se empleaban los cascos de barcos viejos con ese mismo armazón de madera del que se suspendían las cuerdas de esparto. Con el paso de los años esos cascos de barcos se sustituyeron por pequeños galpones que sirven para guardar los útiles del bateeiro. Actualmente aún quedan bateas antiguas pero la mayoría están hechas a base de un armazón de troncos de eucalipto sobre flotadores hechos de madera o acero cubiertos con vidrio o poliéster. Además las bateas se aseguran con dos cadenas de hierro y un ancla de aproximadamente 20 toneladas de cemento.
En los parques, así se denominan los grupos de bateas, la distancia entre ellas debe estar entre los 80 y los 100 metros. El tamaño de las bateas también ha evolucionado y la cantidad se ha multiplicado. Hoy en día las rías gallegas cuentan con un total de 3.337 bateasfondeadas en sus aguas siendo la Ría de Arousa la que posee un mayor número de ellas. Además las bateas gallegas constituyen un verdadero minifundio porque la mayoría de los propietarios sólo tienen una o dos bateas. Estos cultivadores trabajan en la actualidad con barcos anchos y de poco fondo, los barcos bateeiros, dotados de una grúa con un cesto de hierro que eleva las cuerdas cargadas de mejillón, algas, etc. que llegan a alcanzar un gran peso.
Por último, sólo decir desde aquí que para nosotros es importante destacar y transmitir toda la historia que hay detrás de un marisco como es el mejillón y todo lo que significa para Galicia. Os invitamos a acercaros al arduo trabajo de mejilloneros y mejilloneras. Sin duda un sector con un valor incalculable para todos los gallegos y gallegas. Gracias a todos los que os encontráis ahí detrás y que hacéis que el "mexillón de galicia" sea el producto que es hoy día.
Fuente: https://bluscus.es/el-mejillon-gallego-de-la-roca-a-la-cuerda/